Transcribo este documento que busca que todos a nivel mundial luchemos por ser cada cual según su identidad, pero al mismo tiempo reconocernos llenos de valores que nos enrriquecen a todos.
Todas las religiones acercan al Dios cuya gloria es que los hombres se traten como hermanos.
"Dios, Todopoderoso, no
necesita ser defendido por nadie y no quiere que su nombre sea usado para
aterrorizar a la gente"
"Oriente
y Occidente pueden ayudarse mutuamente para evitar que la guerra mundial rompa
con su poder destructivo"
DOCUMENTO SOBRE LA FRATERNIDAD HUMANA DE FRANCISCO Y El
IMÁN
Documento
En el nombre
de Dios que ha creado todos los seres humanos iguales en los derechos, en los
deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre
ellos, para poblar la tierra y difundir en ella los valores del bien, la
caridad y la paz.
En el nombre
de la inocente alma humana que Dios ha prohibido matar, afirmando que quien
mata a una persona es como si hubiese matado a toda la humanidad y quien salva
a una es como si hubiese salvado a la humanidad entera.
En el nombre
de los pobres, de los desdichados, de los necesitados y de los marginados que
Dios ha ordenado socorrer como un deber requerido a todos los hombres y en modo
particular a cada hombre acaudalado y acomodado.
En el nombre
de los huérfanos, de las viudas, de los refugiados y de los exiliados de sus
casas y de sus pueblos; de todas las víctimas de las guerras, las persecuciones
y las injusticias; de los débiles, de cuantos viven en el miedo, de los
prisioneros de guerra y de los torturados en cualquier parte del mundo, sin
distinción alguna.
En el nombre
de los pueblos que han perdido la seguridad, la paz y la convivencia común, siendo
víctimas de la destrucción, de la ruina y de las guerras.
En nombre de
la «fraternidad humana» que abraza a todos los hombres, los une y los hace
iguales.
En el nombre
de esta fraternidad golpeada por las políticas de integrismo y división y por
los sistemas de ganancia insaciable y las tendencias ideológicas odiosas, que
manipulan las acciones y los destinos de los hombres.
En el nombre
de la libertad, que Dios ha dado a todos los seres humanos, creándolos libres y
distinguiéndolos con ella.
En el nombre
de la justicia y de la misericordia, fundamentos de la prosperidad y quicios de
la fe.
En el nombre
de todas las personas de buena voluntad, presentes en cada rincón de la tierra.
En el nombre
de Dios y de todo esto, Al-Azhar al-Sharif -con los musulmanes de Oriente y
Occidente-, junto a la Iglesia Católica -con los católicos de Oriente y
Occidente-, declaran asumir la cultura del diálogo como camino; la colaboración
común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio.
Nosotros -creyentes
en Dios, en el encuentro final con él y en su juicio-, desde nuestra
responsabilidad religiosa y moral, y a través de este Documento, pedimos a
nosotros mismos y a los líderes del mundo, a los artífices de la política
internacional y de la economía mundial, comprometerse seriamente para difundir
la cultura de la tolerancia, de la convivencia y de la paz; intervenir lo antes
posible para parar el derramamiento de sangre inocente y poner fin a las
guerras, a los conflictos, a la degradación ambiental y a la decadencia
cultural y moral que el mundo vive actualmente.
Nos
dirigimos a los intelectuales, a los filósofos, a los hombres de religión, a
los artistas, a los trabajadores de los medios de comunicación y a los hombres
de cultura de cada parte del mundo, para que redescubran los valores de la paz,
de la justicia, del bien, de la belleza, de la fraternidad humana y de la
convivencia común, con vistas a confirmar la importancia de tales valores como
ancla de salvación para todos y buscar difundirlos en todas partes.
Esta
Declaración, partiendo de una reflexión profunda sobre nuestra realidad
contemporánea, valorando sus éxitos y viviendo sus dolores, sus catástrofes y
calamidades, cree firmemente que entre las causas más importantes de la crisis
del mundo moderno están una conciencia humana anestesiada y un alejamiento de
los valores religiosos, además del predominio del individualismo y de las
filosofías materialistas que divinizan al hombre y ponen los valores mundanos y
materiales en el lugar de los principios supremos y trascendentes.
Nosotros,
aun reconociendo los pasos positivos que nuestra civilización moderna ha
realizado en los campos de la ciencia, la tecnología, la medicina, la industria
y del bienestar, en particular en los países desarrollados, subrayamos que,
junto a tales progresos históricos, grandes y valiosos, se constata un
deterioro de la ética, que condiciona la acción internacional, y un
debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad.
Todo eso contribuye a que se difunda una sensación general de frustración, de
soledad y de desesperación, llevando a muchos a caer o en la vorágine del
extremismo ateo o agnóstico, o bien en el fundamentalismo religioso, en el
extremismo o en el integrismo ciego, llevando así a otras personas a ceder a
formas de dependencia y de autodestrucción individual y colectiva.
La historia
afirma que el extremismo religioso y nacional y la intolerancia han producido
en el mundo, tanto en Occidente como en Oriente, lo que podrían llamarse los
signos de una «tercera guerra mundial a trozos», signos que, en diversas partes
del mundo y en distintas condiciones trágicas, han comenzado a mostrar su
rostro cruel; situaciones de las que no se conoce con precisión cuántas
víctimas, viudas y huérfanos hayan producido. Asimismo, hay otras zonas que se
preparan a convertirse en escenario de nuevos conflictos, donde nacen focos de
tensión y se acumulan armas y municiones, en una situación mundial dominada por
la incertidumbre, la desilusión y el miedo al futuro y controlada por intereses
económicos miopes.
También
afirmamos que las fuertes crisis políticas, la injusticia y la falta de una
distribución equitativa de los recursos naturales -de los que se beneficia solo
una minoría de ricos, en detrimento de la mayoría de los pueblos de la tierra-
han causado, y continúan haciéndolo, gran número de enfermos, necesitados y
muertos, provocando crisis letales de las que son víctimas diversos países, no
obstante las riquezas naturales y los recursos que caracterizan a las jóvenes
generaciones. Con respecto a las crisis que llevan a la muerte a millones de
niños, reducidos ya a esqueletos humanos -a causa de la pobreza y del hambre-,
reina un silencio internacional inaceptable.
En este
contexto, es evidente que la familia es esencial, como núcleo fundamental de la
sociedad y de la humanidad, para engendrar hijos, criarlos, educarlos,
ofrecerles una moral sólida y la protección familiar. Atacar la institución
familiar, despreciándola o dudando de la importancia de su rol, representa uno
de los males más peligrosos de nuestra época.
Declaramos
también la importancia de reavivar el sentido religioso y la necesidad de
reanimarlo en los corazones de las nuevas generaciones, a través de la
educación sana y la adhesión a los valores morales y a las enseñanzas
religiosas adecuadas, para que se afronten las tendencias individualistas,
egoístas, conflictivas, el radicalismo y el extremismo ciego en todas sus
formas y manifestaciones.
El primer y
más importante objetivo de las religiones es el de creer en Dios, honrarlo y
llamar a todos los hombres a creer que este universo depende de un Dios que lo
gobierna, es el Creador que nos ha plasmado con su sabiduría divina y nos ha
concedido el don de la vida para conservarlo. Un don que nadie tiene el derecho
de quitar, amenazar o manipular a su antojo, al contrario, todos deben proteger
el don de la vida desde su inicio hasta su muerte natural. Por eso, condenamos
todas las prácticas que amenazan la vida como los genocidios, los actos
terroristas, las migraciones forzosas, el tráfico de órganos humanos, el aborto
y la eutanasia, y las políticas que sostienen todo esto.
Además,
declaramos -firmemente- que las religiones no incitan nunca a la guerra y no
instan a sentimientos de odio, hostilidad, extremismo, ni invitan a la
violencia o al derramamiento de sangre. Estas desgracias son fruto de la
desviación de las enseñanzas religiosas, del uso político de las religiones y
también de las interpretaciones de grupos religiosos que han abusado -en
algunas fases de la historia- de la influencia del sentimiento religioso en los
corazones de los hombres para llevarlos a realizar algo que no tiene nada que
ver con la verdad de la religión, para alcanzar fines políticos y económicos
mundanos y miopes. Por esto, nosotros pedimos a todos que cese la
instrumentalización de las religiones para incitar al odio, a la violencia, al
extremismo o al fanatismo ciego y que se deje de usar el nombre de Dios para
justificar actos de homicidio, exilio, terrorismo y opresión. Lo pedimos por
nuestra fe común en Dios, que no ha creado a los hombres para que sean torturados
o humillados en su vida y durante su existencia. En efecto, Dios, el
Omnipotente, no necesita ser defendido por nadie y no desea que su nombre sea
usado para aterrorizar a la gente.
Este
Documento, siguiendo los Documentos Internacionales precedentes que han
destacado la importancia del rol de las religiones en la construcción de la paz
mundial, declara lo siguiente:
· La fuerte
convicción de que las enseñanzas verdaderas de las religiones invitan a
permanecer anclados en los valores de la paz; a sostener los valores del
conocimiento recíproco, de la fraternidad humana y de la convivencia común; a
restablecer la sabiduría, la justicia y la caridad y a despertar el sentido de
la religiosidad entre los jóvenes, para defender a las nuevas generaciones del
dominio del pensamiento materialista, del peligro de las políticas de la
codicia de la ganancia insaciable y de la indiferencia, basadas en la ley de la
fuerza y no en la fuerza de la ley.
· La
libertad es un derecho de toda persona: todos disfrutan de la libertad de
credo, de pensamiento, de expresión y de acción. El pluralismo y la diversidad
de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad
divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta Sabiduría Divina es la
fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de
ser diferente. Por esto se condena el hecho de que se obligue a la gente a
adherir a una religión o cultura determinada, como también de que se imponga un
estilo de civilización que los demás no aceptan.
· La
justicia basada en la misericordia es el camino para lograr una vida digna a la
que todo ser humano tiene derecho.
· El
diálogo, la comprensión, la difusión de la cultura de la tolerancia, de la
aceptación del otro y de la convivencia entre los seres humanos contribuirían
notablemente a que se reduzcan muchos problemas económicos, sociales, políticos
y ambientales que asedian a gran parte del género humano.
· El diálogo
entre los creyentes significa encontrarse en el enorme espacio de los valores
espirituales, humanos y sociales comunes, e invertirlo en la difusión de las
virtudes morales más altas, pedidas por las religiones; significa también
evitar las discusiones inútiles.
· La
protección de lugares de culto -templos, iglesias y mezquitas- es un deber
garantizado por las religiones, los valores humanos, las leyes y las
convenciones internacionales. Cualquier intento de atacar los lugares de culto
o amenazarlos con atentados, explosiones o demoliciones es una desviación de
las enseñanzas de las religiones, como también una clara violación del derecho
internacional.
· El
terrorismo execrable que amenaza la seguridad de las personas, tanto en Oriente
como en Occidente, tanto en el Norte como en el Sur, propagando el pánico, el
terror y el pesimismo no es a causa de la religión -aun cuando los terroristas
la utilizan-, sino de las interpretaciones equivocadas de los textos
religiosos, políticas de hambre, pobreza, injusticia, opresión, arrogancia; por
esto es necesario interrumpir el apoyo a los movimientos terroristas a través
del suministro de dinero, armas, planes o justificaciones y también la
cobertura de los medios, y considerar esto como crímenes internacionales que
amenazan la seguridad y la paz mundiales. Tal terrorismo debe ser condenado en
todas sus formas y manifestaciones.
· El
concepto de ciudadanía se basa en la igualdad de derechos y deberes bajo cuya
protección todos disfrutan de la justicia. Por esta razón, es necesario
comprometernos para establecer en nuestra sociedad el concepto de plena
ciudadanía y renunciar al uso discriminatorio de la palabra minorías, que trae
consigo las semillas de sentirse aislado e inferior; prepara el terreno para la
hostilidad y la discordia y quita los logros y los derechos religiosos y civiles
de algunos ciudadanos al discriminarlos.
· La
relación entre Occidente y Oriente es una necesidad mutua indiscutible, que no
puede ser sustituida ni descuidada, de modo que ambos puedan enriquecerse
mutuamente a través del intercambio y el diálogo de las culturas. El Occidente
podría encontrar en la civilización del Oriente los remedios para algunas de
sus enfermedades espirituales y religiosas causadas por la dominación del
materialismo. Y el Oriente podría encontrar en la civilización del Occidente tantos
elementos que pueden ayudarlo a salvarse de la debilidad, la división, el
conflicto y el declive científico, técnico y cultural. Es importante prestar
atención a las diferencias religiosas, culturales e históricas que son un
componente esencial en la formación de la personalidad, la cultura y la
civilización oriental; y es importante consolidar los derechos humanos
generales y comunes, para ayudar a garantizar una vida digna para todos los
hombres en Oriente y en Occidente, evitando el uso de políticas de doble
medida.
· Es una
necesidad indispensable reconocer el derecho de las mujeres a la educación, al
trabajo y al ejercicio de sus derechos políticos. Además, se debe trabajar para
liberarla de presiones históricas y sociales contrarias a los principios de la
propia fe y dignidad. También es necesario protegerla de la explotación sexual
y tratarla como una mercancía o un medio de placer o ganancia económica. Por
esta razón, deben detenerse todas las prácticas inhumanas y las costumbres
vulgares que humillan la dignidad de las mujeres y trabajar para cambiar las
leyes que impiden a las mujeres disfrutar plenamente de sus derechos.
· La
protección de los derechos fundamentales de los niños a crecer en un entorno
familiar, a la alimentación, a la educación y al cuidado es un deber de la
familia y de la sociedad. Estos derechos deben garantizarse y protegerse para
que no falten ni se nieguen a ningún niño en ninguna parte del mundo. Debe ser
condenada cualquier práctica que viole la dignidad de los niños o sus derechos.
También es importante estar alerta contra los peligros a los que están expuestos
- especialmente en el ámbito digital-, y considerar como delito el tráfico de
su inocencia y cualquier violación de su infancia.
· La
protección de los derechos de los ancianos, de los débiles, los discapacitados
y los oprimidos es una necesidad religiosa y social que debe garantizarse y
protegerse a través de legislaciones rigurosas y la aplicación de las
convenciones internacionales al respecto.
Con este
fin, la Iglesia Católica y al-Azhar, a través de la cooperación conjunta,
anuncian y prometen llevar este Documento a las Autoridades, a los líderes
influyentes, a los hombres de religión de todo el mundo, a las organizaciones
regionales e internacionales competentes, a las organizaciones de la sociedad
civil, a las instituciones religiosas y a los exponentes del pensamiento; y
participar en la difusión de los principios de esta Declaración a todos los
niveles regionales e internacionales, instándolos a convertirlos en políticas,
decisiones, textos legislativos, planes de estudio y materiales de comunicación.
Al-Azhar y
la Iglesia Católica piden que este Documento sea objeto de investigación y
reflexión en todas las escuelas, universidades e institutos de educación y
formación, para que se ayude a crear nuevas generaciones que traigan el bien y
la paz, y defiendan en todas partes los derechos de los oprimidos y de los
últimos.
En
conclusión, deseamos que:
esta
Declaración sea una invitación a la reconciliación y a la fraternidad entre
todos los creyentes, incluso entre creyentes y no creyentes, y entre todas las
personas de buena voluntad;
sea un
llamamiento a toda conciencia viva que repudia la violencia aberrante y el
extremismo ciego; llamamiento a quien ama los valores de la tolerancia y la
fraternidad, promovidos y alentados por las religiones;
sea un testimonio
de la grandeza de la fe en Dios que une los corazones divididos y eleva el
espíritu humano;
sea un
símbolo del abrazo entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur y entre
todos los que creen que Dios nos ha creado para conocernos, para cooperar entre
nosotros y para vivir como hermanos que se aman.
Esto es lo
que esperamos e intentamos realizar para alcanzar una paz universal que
disfruten todas las personas en esta vida.
Abu Dabi, 4
de febrero de 2019
Su Santidad,
Papa Francisco
Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyib