Tras los saludos de acogida, nos presentamos y presentamos a Jesús Resucitado y su Palabra en el evangelio de hoy.
Dialogamos sobre lo que entendemos y no entendemos del sacramento de La Eucaristía. Compartimos lo que pensamos y sentimos, cómo celebrarlo mejor, cómo adaptarlo a nuestra época y gestos, cómo vivirlo para que lo sintamos como un momento que no nos puede faltar cada semana...
REFLEXIONAMOS CON ESTE TEXTO ESCRITO POR FRAY MARCOS COMO EXPLICACIÓN DEL JUEVES SANTO, DÍA DEL AMOR FRATERNO Y DE LA INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA
JUEVES
SANTO Jn 13,1-15 EL SIGNIFICADO DE LA EUCARISTÍA
La liturgia
de este día se centra en el recuerdo de la cena: el lavatorio de los pies y las
palabras y gestos que dieron lugar a la eucaristía.
Sin embargo,
el recuerdo de lo que Jesús hizo en la última cena se convirtió muy pronto en
el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos, en esas
palabras, está encerrado lo que fue Jesús durante su vida y todo lo que tenemos
que llegar a ser nosotros.
Debemos
tomar conciencia de la importancia de lo que celebramos: “Consciente Jesús de
que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él, que había
amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor en el más alto
grado”. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que
he hecho con vosotros? Me llamáis “Maestro” y “Señor”; y decís bien, porque lo
soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también
vosotros debéis lavaros unos a otros”.
En ese
gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Lavar
los pies era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar
que él está entre ellos como el que sirve. Lo importante no es el hecho sino el
simbolismo que encierra. La plenitud de Jesús como ser humano está en el servir
a los demás.
Juan quiso
recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como
entrega. Jesús denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el
poder o en el dominio de los demás, pero proclama que la verdadera plenitud
humana está en parecerse a Dios que se da siempre y a todos sin condiciones ni
reservas.
Poco después
de este texto dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a
otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva a lo que acaba de
hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos!
No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Debemos
amar a los demás como Dios ama, como Jesús amó. La eucaristía no es una
devoción más, que comienza y termina en la iglesia. Debemos hacer un esfuerzo
por celebrar una eucaristía QUE NOS CAMBIE LA VIDA.
En este
relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato
del pan partido y del vino derramado; pero en la eucaristía corremos el riesgo
de quedarnos en una visión ritualista y espiritualista que no afecta a mi vida
concreta. La presencia de Cristo en el pan y en el vino, entendida de una
manera estática y física, nos ha impedido descubrir el aspecto vivencial del
sacramento y nos ha dejado al margen de la verdadera intención de Jesús al
compartir esos gestos con sus discípulos.
Tenemos que
hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero significado de la eucaristía a la
luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo
reparte les dice: esto soy yo. Recordemos que “cuerpo”, en la antropología
judía del tiempo de Jesús, quería decir persona, no carne. Como si dijera:
meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer,
para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio
ser a los demás. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos, es decir, que
da Vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que me bebe.
Eso soy yo. Eso tenéis que ser vosotros.
Por haber
insistido exclusivamente en la presencia “real” de Cristo en la eucaristía, nos
acercamos al sacramento como a una realidad misteriosa, pero que no tiene valor
de persuasión, no me lleva a ningún compromiso con los demás. La presencia
real, por el contrario, debía potenciar el verdadero significado del gesto. Nos
debía recordar en todo momento lo que Jesús fue y lo que nosotros, como
cristianos, debemos ser. El haber cambiado este sentido dinámico por una
adoración, ha empobrecido el sacramento hasta convertirlo en algo aséptico, que
nada me exige y nada me aporta.
Lo que Jesús
quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el
objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran,
sino para servir, manifestando de esta manera que su meta, su plenitud humana
solo la alcanzaría cuando llegara a la donación total en la muerte asumida.
Solo un Jesús destrozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser.
Descubrir que destrozarnos para que nos puedan comer es también la meta para
nosotros, es el primer objetivo de todo ser humano. Pero de esto se explica
mejor el Viernes Santo.
Juan no
menciona la eucaristía en el relato de la última cena, pero en el c. 6
encontramos la explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”.
“Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que cree, nunca pasará sed”. Queda
claro que comer el pan y beber la sangre, es un signo (sacramento) de la
adhesión a Jesús, que es lo importante. Se trata de identificarse con su manera
de ser hombre al servicio de los demás hasta deshacerse por ellos. El peligro
que tenemos hoy los cristianos es acercarnos al sacramento como medio de
unirnos a Dios, olvidándonos de los demás.
Dice más
adelante: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo
modo el que me “come” vivirá por mí”. No hay una explicación más profunda de lo
que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que
le siga tendrá también esa misma Vida, que no se verá alterada por la muerte.
Para hacer nuestra esa Vida, debemos aceptar la “muerte” a todo lo que hay en
nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo.
Sin esa muerte, nunca podrá haber Vida. No se trata de renunciar a nada, sino
de conseguirlo todo.
Fray
Marcos
Síntesis:
Presentar la Eucaristía como el
sacramento central de la comunidad cristiana. Signo de la presencia de Jesús
entre nosotros. Sus signos, el pan y el vino se hacen comida, alimento, pan
partido y repartido. En ellos se hace presente y hacemos memoria de
Jesucristo (su vida comprometida por la justicia y la
verdad) y de su resurrección, en la que Dios –Padre-Madre refrenda
su modo de vivir, que es lo que Dios quiere como su REINO EN TODO EL COSMOS.
- El
Domingo nos reunimos en comunidad celebrando la Eucaristía, festejando el
regalo de la vida y de Jesús como Palabra del Padre y modelo de
vida.
- En
ella pedimos perdón por nuestros errores, reconocemos su amor
incondicional que siempre nos perdona.
- Le
alabamos por todos los regalos que nos hace: la naturaleza, su amistad,
que sus planes nos liberan, nos regala su Espíritu.
- Escuchamos
su Palabra
- Nos
ofrecemos con Jesús en el ofertorio y compartimos lo que tenemos.
- Comulgamos
el Pan de la unidad, y queremos imitar su gesto de entregarse a los demás
como pan partido.
- Celebramos el
domingo como día de descanso que nos permite cuidarnos a nosotros mismos y
a lo importante: tomar conciencia de quiénes somos, a dónde
vamos, qué sentido tiene nuestra vida. Descubrimos que Jesús (dóminus =
domingo = día del Señor resucitado), da sentido a nuestra vida.
- Recordar
que vuestros hijos se preparan a recibir este sacramento esencial y tienen
que vivir cada domingo esta experiencia con vosotros.
PARA REFORZAR ESTA EXPERIENCIA VISIONAMOS ALGUNO DE ESTOS MONTAJES:
"HACERSE PAN"
Hacer memoria de Jesús
Reflexión dominical de José Antonio Pagola
Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las
primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera
solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía».
Así lo recogen el evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador
de los gentiles. Desde su origen, la Cena del Señor ha sido celebrada por los
cristianos para hacer memoria de Jesús, actualizar su presencia viva en medio
de nosotros y alimentar nuestra fe en él, en su mensaje y en su vida entregada
por nosotros hasta la muerte. Recordemos cuatro momentos significativos
en la estructura actual de la misa. Los hemos de vivir desde dentro y en
comunidad.
La escucha del Evangelio Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos
en los evangelios el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido
escritos, precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe
y el seguimiento de sus discípulos. Del relato evangélico no aprendemos
doctrina sino, sobre todo, la manera de ser y de actuar de Jesús, que ha de
inspirar y modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de
discípulos que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.
La memoria de la Cena Hacemos memoria de la acción salvadora de
Jesús escuchando con fe sus palabras: «Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos
de pan entregándome por vosotros hasta la muerte… Este es el cáliz de mi
sangre. La he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis
siempre. Os he amado hasta el extremo». En este momento confesamos nuestra fe
en Jesucristo haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación:
«Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús». Nos
sentimos salvados por Cristo, nuestro Señor.
La oración de Jesús Antes de comulgar, pronunciamos la oración
que nos enseñó Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos
que llevaba en su corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de
justicia y el cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro
peticiones al Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la
tentación y liberación de todo mal.
La comunión con Jesús
Nos acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el
Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús
en nuestro corazón y en nuestra vida: «Señor, quiero comulgar contigo, seguir
tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un
mundo más humano».
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